sábado, junio 17, 2006

LAS TRES CERILLAS

Se supone que en este momento deberia darles un boleto para entrar a la Dimensión Desconocida, pero creo que mejor nos relajaremos con este cuento del ¡MAGICO MUNDO DEL COLOR! (ya ven, como el programa de Disney)

LAS 3 CERILLAS
Por Gabriel Benítez

1.

Había una vez un hombre noble que tenia tres hijos. Como ya era mayor, sabia que estaba cerca el invierno de su vida por lo que resolvió preparar a sus hijos para él día en que el partiera. Así, que una tarde, mando llamar a sus tres vástagos y los reunió en el amplio salón del castillo.

- Muchachos, - les dijo.- como ustedes saben, llega un momento en la vida en que uno tiene que retirarse y descansar. Mi tiempo ya pronto llegará y es importante que escoja de entre ustedes tres al que será mi heredero principal. Como a los tres los amo por igual y me parece imposible tener que tomar yo una decisión que a los otros dos pueda parecerle injusta, he resuelto hacerles una prueba. Aquí en mi mano tengo tres cerillas. Le daré una a cada uno de ustedes y después los tres deberán salir al bosque y pasar la noche entera en él, sin nada más que un cuchillo y el objeto que les estoy entregando. Obtendrá mi bendición y mi herencia aquel que regrese por la mañana con el cerillo sin encender. ¿Estamos de acuerdo?

Los tres hermanos se miraron entre si y después asintieron al deseo de su padre.

- Muy bien, -dijo el hombre noble - así sea.

Y les entrego su cerilla.

Cada uno tomó entonces un camino diferente y entró al bosque.

2.

Pasó la noche y llegó el día. El sol, como un gran plato dorado, apareció en el horizonte y cuando este se descubrió completo tras las montañas, llegó el primero de los hermanos a la entrada del castillo.

Su padre lo mando llamar y cuando estuvo frente a él, le pidió el cerillo.

El hermano mayor lo miró, avergonzado y triste.

- Padre, te he fallado. En la noche encendí el cerillo.

- ¿Por qué lo hiciste? .- preguntó el padre.

- Tu sabes que soy fuerte y decidido, y que no temo a la oscuridad de la noche, pero también sabes que soy muy friolento. Me has visto pasar horas frente al fuego porque el frió tiene sobre mi, un gran poder. A su contacto, las manos se me entumen y se ponen moradas, después, comienzo a temblar sin control. La noche en el bosque, padre, fue una noche muy fría e intente sobreponerme al deseo de prender la cerilla para encender una fogata y darme calor. Pero después, cuando me vi sumamente afectado, decidí que si no prendía ese cerillo, tal vez no llegaría a ver de nuevo al luz del día... Y es así padre, que encendí aquello y perdí la oportunidad de recibir tu herencia y tu bendición. Te he decepcionado padre, pues yo soy el mayor.

En el instante en que el hermano mayor terminaba su relato, llego el hermano de en medio.

Venía sucio y cansado, y cuando llegó ante su padre se echó a llorar.

- Te he fallado, padre - dijo.- En la noche encendí el cerillo que me entregaste y perdí la oportunidad de ser tu heredero y de recibir tu bendición.

- ¿Por qué lo encendiste? .- preguntó el padre.

- Tu sabes que puedo soportar todas las inclemencias del tiempo y que no temo a la noche, pero lo que no puedo soportar es un día sin comer. Ayer padre, desde que amaneció, no probé bocado en todo el día pues tenía prisa de ayudar a los granjeros con el trabajo de las tierras, y cuando me disponía a comer, me llamaste tu a tu presencia. Cuando salí al bosque, me encontraba débil y cansado. Oí aullar a los lobos y supe que si llegaban a atacarme, así, agotado, tal vez no llegaría a ver este día. ASí que encendí el cerillo para hacer una fogata donde cocinar un conejo que maté. De esa forma, padre, perdí la oportunidad de agradarte y ser la persona que administrara tu herencia. Te he decepcionado, padre, pues soy tu hijo, el de en medio...

El hombre miró a su hijo, triste y cansado y mandó de inmediato que trajeran sillas y comida para los dos.

En eso estaban cuando llegó el tercer hijo.

Llegó con la ropa raida y la cara llena de rasguños, cual si hubiera sido atacado por un algún animal.

- Te he fallado, padre.- dijo el tercer hermano, cubierto de heridas y sangre.- En la noche encendí el cerillo que me diste y perdí la oportunidad de ser tu heredero y recibir tu bendición.

-¿Por qué lo encendiste?.- preguntó el padre.

- Tu sabes que puedo soportar el frío de los bosques y las inclemencias del hambre, pero también sabes que tengo mala vista y en la noche que pasé en el bosque, escuche aullar los lobos muy cerca de mi. Soporté durante un tiempo, el encender el cerillo para iluminarme y ver si estaban cerca de mi aquellos animales, pero cuando escuche sus patas correr sobre la hojarasca, supe que no tenia más remedio que encender mi cerillo para prender una rama y defenderme si es que quería llegar a ver este día. Es así que hice aquello y de esa forma perdí la oportunidad de recibir tu bendición y llevar a buen recaudo la empresa de manejar tu herencia. Te he decepcionado, padre, porque soy tu hijo, el menor...

No bien había terminado el tercer hermano de decir esto, cuando se derrumbó en la sala frente a todos. Su padre mando llamar de inmediato al médico del castillo.

3

En la noche, ya que el tercer hermano estaba repuesto, el padre los mando llamar a todos al mismo gran salón del lugar. El gran cuarto estaba iluminado y la mesa principal arreglada y preparada para lo que parecía ser un gran banquete. En la cabecera, su padre, sentado, esperaba.

- ¿A que se debe todo esto , padre? .- preguntó el mayor

- ¿Por qué está todo tan lujosamente arreglado?.- preguntó el de en medio.

- ¿Acaso has decidido de alguna forma quien será tu heredero? .- preguntó el menor.

- Si.- contestó el padre.- ya lo he decidido.

- ¿Y quien será el afortunado, padre? - preguntaron al unísono los tres.

El noble señaló entonces el escudo de armas que estaba tallado en piedra sobre la chimenea del hogar y mencionó: "Quien lleve ese apellido en su nombre, ese será".

- ¡Pero yo llevo ese apellido! - dijo el primero.

- ¡Y yo! - dijo el segundo.

- ¡Yo también! - dijo el tercero.

- Así es, muchachos. Ustedes tres serán mis herederos. Esa noche en el bosque me ha demostrado que son ustedes más prudentes y responsables que ambiciosos. Por tal razón, se que cuando yo muera, los tres habrán de ayudarse los unos a los otros y sabrán compartir sus dones y valores. Es por eso, muchachos, que he preparado este banquete ¡Para celebrar a los herederos, no solo de mis bienes, sino también de mi bendición!

Y así, los tres hermanos, se sentaron a la mesa y cenaron felices con su padre, el cual permaneció entre ellos por algún tiempo más.

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