lunes, marzo 26, 2007

TRISTE INFANCIA: Remi La Serie Completa


Hay cosas que marcan a una generación y sin duda las caricaturas es una de ellas: El niño que no veía televisión es que o no era niño, o era de otro planeta. Es así que para una gran cantidad de treintañeros caricaturas y programas tan emblemáticos como Heidi, Marco, Monstruos del Espacio, Meteoro, La Srita. Cometa, Candy Candy y muchos más forman queramos o no, parte de nuestra vida y dan un marco que define a la época en la que nos tocó existir y la historia con la que nos toco vivir. Lo interesante es cuando tenemos de nuevo acceso a ellas. Para algunos se vuelve a abrir la puerta mágica y nos alegra recordar que tal escena todavía existe en nuestra memoria o que tal imagen la habíamos olvidado pero ha vuelto a tomar relevancia en nuestro caché actual. Para algunos otros viene el desencanto de ver que las maravillas que observábamos por el televisor ahora se ven chafas, aburridas o tontas (Monstruos del espacio y Señorita Cometa siguen viéndose maravillosas, por cierto…)

Una de las caricaturas que más huella dejo en mi generación fue sin duda REMI: EL NIÑO DE NADIE, caricatura bellamente animada pero cruel y triste como ella sola. Si hay algo de lo que se acuerda la gente de mi generación fue la tortura de ver como cada una de los graciosas mascotas de Remi iban desapareciendo de su vida dejando un hueco no solo en el personaje, sino en todos aquellos que fueron niños entonces y acompañaron – capitulo tras capitulo – al niño de nadie. Se derramaron océanos de lágrimas con esta caricatura pero también, creo, nuestra generación sientio que hizo a muchos pequeños televidentes mucho más humanos. Nadie podía quedar indiferente ante el dolor de un niño que poco a poco se va quedando solo.

Si quieren remembrar aquellos días de tortura y compartir el suplicio con sus hijos, les informo que REMI: LA SERIE COMPLETA (para todo esto, basada en la novela francesa de Hector Malot llamada SIN FAMILIA) regresa en DVD en una edición que está de lujo. Completamente remasterizada, con unos colores increíbles y una claridad de antología, el largo cuento del niño viajero puede conseguirse completa (¡51 capítulos! ¡Más de 18 horas enteras!) y lo que es mucho mejor: con el audio en español original…o sea, el que recordamos, no el nuevo que fue una basura (o tal vez no lo era, pero las voces de entonces son otra huella indeleble que no podemos borrar de nuestra mente y nuestro corazón, pues..)

Zima Kids, la división de Zima Entretainment (empresa mexicana por cierto) se sacó un diez con la alta calidad de esta obra…. Y con su precio tan bajo: $318.00 pesos por 6 discos en Mix Up.

Remi es una serie verdaderamente obligada para todos aquellos que fuimos niños en su época. No compren las piratas. Compren esta. Vale la pena…. Y consíganla ahora porque de seguro vuela…

REMI: La Serie Completa
6 DVDs
ZimaKids, México

Para saber más:
La pagina de Remi
Zima Entretainment

miércoles, marzo 21, 2007

SIMPATIA POR EL DIABLO: La Conjura contra America de Philp Roth


Aunque hace ya tiempo que llegó a librerias, LA CONJURA CONTRA AMERICA de Philip Roth regresa en una edición de bolsillo, mucho más accesible.

Roth no es un escritor de ciencia ficción, sin embargo esta novela bordea por fuera el subgenero de la CF que nosotros llamamos Ucronia, esto es, una especie de universo alternativo, donde las cosas no ocurrieron igual que como pasaron aquí. El tema de los nazis es muy recurrente en estas novelas. Phlip K. Dick ganó su único premio Hugo con una de ellas: EL HOMBRE EN EL CASTILLO donde los nazis ganan la guerra y estados unidos es dividido en tres franjas; una que pertenece a los alemanes, otra a los japoneses y otra a los italianos. Al contrario de lo que muchos se esperan de una novela de ciencia ficción, la historia no se desarrolla con el típico grupo subversivo que se enfrenta al tiránico nuevo gobierno, sino que explora unos estados unidos perdedores y su reacción social ante el hecho. FATHERLAND de Robert Harris es una novela de corte policiaco pero ambientada en una Alemania nazi vencedora. Por su parte, la antología HITLER VICTORIOSO de Benford y Greenberg, recopila una serie de relatos basados en esa premisa. En México también tenemos una novela al respecto: EL REFERI CUENTA NUEVE de Diego Cañedo. Para más información de EL REFERI… los remito a este artículo en Internet.

LA CONJURA CONTRA AMERICA juega aquí con el concepto de unos estados unidos aliados con los nazis. Yo apenas he comenzado a leer el libro, así que aquí trascribo parte de una muy interesante crítica de Eduardo-Martín Larequi García, de su interesante página www.lenguaensecundaria.com

LA CONJURA CONTRA AMERICA Review de Eduardo-Martín Larequi García

La conjura contra América parte de un planteamiento de historia alternativa (lo que se denomina ucronía2), basado en una circunstancia real, aunque no demasiado conocida por el gran público: la simpatía de Charles Lindbergh, el héroe americano de la aviación, por la causa del nazismo. A partir de esta premisa, Roth imagina un pasado alternativo, en el que Lindbergh se presenta como candidato republicano a las elecciones presidenciales norteamericanas de 1940, vence arrolladoramente a los demócratas de Franklin Delano Roosevelt y pone en práctica una política aislacionista y de pactos con Hitler, que acaba desembocando en la persecución de los judíos norteamericanos.

No es fácil construir una historia semejante cuando transcurre tan próxima a nuestra propia época, y mucho menos si modifica sustancialmente unos hechos reales tan conocidos, cuya interpretación más difundida constituye una de las señas de identidad del siglo XX3. Levantar, sostener y proporcionar la imprescindible verosimilitud a una ficción construida sobre hipótesis contrafactuales tan evidentes –unos Estados Unidos que abandonan a su suerte a la Europa ocupada por los nazis, que permiten que Gran Bretaña luche en solitario contra Hitler, que persiguen a sus propias minorías raciales y permiten el crecimiento en su seno de un estado fascista–, es una empresa de proporciones colosales, que entraña unos riesgos igualmente abrumadores. Philip Roth triunfa en este empeño, y lo hace con una seguridad y una solvencia asombrosas, dignas de un novelista en toda la plenitud de su oficio.

La piedra angular que soporta y da solidez a este asombroso edificio narrativo es la perspectiva que adopta el autor. En vez de centrar el punto focal del relato en la Historia con mayúsculas, durante el período comprendido entre junio de 1940 y octubre de 1942, Roth concentra su interés en la vida cotidiana de un niño judío de siete años, también llamado Philip Roth (no hace falta subrayar que la coincidencia del protagonista ficticio y de otros muchos aspectos de la novela con la identidad real del novelista dista mucho de ser casual), hijo menor de una familia de clase media que vive en un barrio judío, en la ciudad de Newark, del estado de Nueva Jersey. A lo largo de sus más de cuatrocientas páginas, el libro teje un denso y fascinante entramado de relaciones familiares, afectivas y sociales en el que no sólo participan los miembros de la familia Roth – Herman, el padre, Bess, la madre, Sandy, el hermano mayor, el primo Alvin, la tía Evelyn–, o la pequeña sociedad judía de Newark, pues en ella intervienen también personajes conocidos, figuras históricas y acontecimientos reales, todos los cuales sirven para retratar con extraordinaria vivacidad la vida norteamericana de la época. La integración de unos y otros elementos es soberbia, un auténtico modelo de construcción novelística y de imaginación literaria; de este modo, todo lo que podría ser dudosamente verosímil en el terreno de la Historia queda transformado y justificado por la potencia realizadora de la ficción4.

La perspectiva narrativa que encarna el protagonista está, además, muy lograda. Resulta evidente que un chico de siete años no puede observar la realidad ni reflexionar sobre ella con la profundidad y el alcance con que lo hace Philip, casi siempre en primera persona y en pasado. El hecho de que la novela no concrete nunca la situación de adulto desde la que el narrador emite su discurso y proyecta una mirada retrospectiva hacia el pasado infantil (“el temor gobierna estas memorias”, dice la primera línea de la novela, la cursiva es mía), permite que el narrador se configure en un estado intermedio, que no llega a la omnisciencia, pero que se aproxima a menudo a ella, y de este modo consigue transmitir al lector una imagen muy convincente de los asombros, las perplejidades y las ignorancias de un muchacho que va descubriendo cómo las sólidas certezas de la vida familiar –la armonía de la relación con su hermano y con sus padres, las tradiciones de la comunidad a la que pertenece– se van viendo amenazadas por los cambios en la situación política y en las propias circunstancias vitales de los protagonistas.

Y aquí brilla también el talento como novelista de Philip Roth, pues lo que cuenta en la novela, por muy ceñido a unas circunstancias históricas que esté, no sólo resulta aplicable a un aquí y un ahora concretos. En efecto, no estamos ante una novela orientada exclusivamente a la denuncia del fantasma del antisemitismo que de vez en cuando asoma su rostro cruel en casi todas las sociedades occidentales, sino ante una crónica de las zozobras que en todo tiempo y lugar experimenta la vida familiar ante circunstancias cambiantes y difíciles. No se trata sólo de la mutua incomprensión entre judíos y gentiles, ni de las angustias y crueldades de los pogromos antisemitas, sino también de algo mucho más universal y probablemente más interesante: de cómo una sociedad aparentemente muy cohesionada y segura de sí misma se ve enfrentada a la transformación o incluso a la desaparición de los valores y creencias que hasta entonces consideraba inmutables.

Antes que en las tribunas de prensa o en los salones del poder político, los conflictos que narra esta novela ocurren en los propios hogares de los judíos, y enfrentan a los padres con los hijos, a los hermanos con los hermanos, a los conservadores contra los progresistas, y todo ello dentro la propia comunidad judía. De este modo, Philip Roth evita las tentaciones particularistas y el maniqueísmo simplista que consistiría en afirmar que “los judíos son buenos y los gentiles malos”. En La conjura contra América hay todo un abanico de conductas humanas, de ideologías y de posiciones políticas, de actitudes ante la vida (una circunstancia, por cierto, que debería hacernos reflexionar acerca del monumental simplismo con que desde Europa tendemos a caracterizar el modo de vida y el pensamiento de los norteamericanos, como si todos estuvieran cortados por los estereotipos dominantes), y ni siquiera los mismos personajes observan siempre las mismas, sino que evolucionan y se adaptan a los cambios de las circunstancias, de formas diferentes que, en más de una ocasión, entran en colisión, hasta el punto de dividir a la comunidad judía y a las familias individuales que la componen.

Aunque la voz narrativa (la de Philip Roth) siempre es fiel a sí misma –y lo es porque está caracterizada por la duda y el asombro– hay otros personajes que adoptan posiciones muy diversas a lo largo de su trayectoria. El caso más significativo es el de Alvin, el primo huérfano de Philip, un muchacho decidido y enérgico que decide marchar a Canadá, para desde allí alistarse en las tropas británicas que luchan contra Hitler, y vuelve no sólo mutilado en su cuerpo –ha perdido una pierna, cuyo muñón purulento y la prótesis que en él se encaja son un motivo de fascinación y horror para Philip– sino en su espíritu. El cambio de actitud de Alvin, quien acaba por rebelarse contra su mutilación y contra su propia decisión de implicarse en la guerra, es tan drástico que acaba en un enfrentamiento directo, en una pelea terrible, con el padre del protagonista. Esa evolución, magistralmente narrada a lo largo de la novela, es una fuente incesante de perplejidades para Philip, que en su simplicidad de niño no acaba de comprender ni por qué se marchó su primo, ni el alcance de su mutilación, ni la tormenta de emociones que transforman su personalidad. Hay alguna escena memorable a este respecto, como aquella en que Philip, venciendo los temores y obsesiones de la infancia, baja al sótano de su casa, y sorprende a su primo, que se masturba en silencio, de cara a la pared. El gesto y la actitud de Alvin son tan incomprensibles para el protagonista que éste interpreta la eyaculación final como una especie de furiosa liberación del alma atormentada de su primo.

En una novela tan próxima a lo que he llamado “crónica familiar”, el retrato de tipos humanos y la elaboración de personajes son aspectos esenciales, y no cabe ninguna duda de que la novela los resuelve de forma brillantísima. La capacidad del Philip Roth escritor para observar y caracterizar a los personajes a través de innumerables “efectos de realidad” –los gestos, las aficiones, la forma en que llevan a cabo sus tareas cotidianas, el vestuario, la prosodia, los modismos y el acento, hasta sus silencios– es abrumadora. Todos los personajes de la novela, y especialmente los cuatro miembros que forman la familia del protagonista, están captados con una intensidad y un realismo verdaderamente ejemplares. La fuerza interior y la firmeza de convicciones de Herman, el despliegue de energía y talentos prácticos de Bess, el entusiasmo de Sandy (que a lo largo de la novela, y como consecuencia de su aproximación a las ideas del presidente Lindbergh, derivará en oscura hostilidad hacia sus progenitores), las angustias y zozobras del primo Alvin, las vanidades de la tía Evelyn, los miedos y obsesiones de Seldon, el hijo de los vecinos, se hacen al lector no ya próximos, sino imprescindibles y hasta contagiosos. Como ocurre tras leer las obras de algún otro novelista norteamericano contemporáneo –me viene a la memoria el caso de Paul Auster–, acaba uno La conjura contra América en estado de febril entusiasmo, que propicia una especie de rapto de envidia creativa. Dan ganas entonces de lanzarse a la calle, libreta en mano, para tomar rápidos apuntes de los transeúntes, o, si el talento para ello acompaña (que no es precisamente mi caso), hacer como Sandy, el hermano mayor de Philip: sentarse al borde de la acera y dibujar a la gente que pasa.

Otro de los aspectos más fascinantes de la novela es la integración entre los hechos que pertenecen a la Historia de los Estados Unidos (a estos efectos no importa si es la historia real o la historia alternativa) y los que forman parte de la vida cotidiana de la familia Roth de la ficción. Continuamente tienen lugar conexiones entre un ámbito y otro, lo cual refuerza la solidez del relato, pues otorga representatividad a la peripecia individual, por una parte, y hace más verosímil la historia alternativa, por otra. Esta interrelación se consigue a través de expedientes narrativos muy diversos, que incluyen extractos de las noticias de las radios y de los periódicos –con especial atención a un personaje real, el columnista Walter Winchell, ardiente demócrata, defensor de los judíos y crítico inmisericorde de los políticos republicanos en sus columnas sensacionalistas–, las conversaciones entre los personajes, o incluso episodios completos que conectan la vida de la familia Roth con los sucesos de la vida política norteamericana. Algunos son fundamentales en la evolución de trama y de los personajes, como la excursión a Washington, donde asistimos a los primeros indicios del antisemitismo derivado de la victoria de Lindbergh, la estancia de Sandy en una granja de Kentucky, que forma parte de un programa inspirado por la administración republicana para “americanizar” a las familias judías, o el arriesgado viaje que emprenden Herman y su hijo Sandy para llevar de vuelta a Newark a Seldon, el vecino judío que se ha quedado huérfano a consecuencia de un pogromo antisemita. Este último y breve episodio, con el que concluye la novela (páginas 387-394), es un ejemplo espléndido del talento de Philip Roth para retratar la vida americana, y una muestra evidente de la eficacia de sus planteamientos narrativos. No cabe mejor combinación de los dos polos en torno a los cuales gira la novela –lo personal y lo social– que ese largo viaje, narrado de forma nerviosa y vibrante, a través de una América inmensa, encerrada en sí misma y hostil contra los judíos, por la que circulan un hombre decidido, pero también asustado, un niño fascinado por la aventura y otro presa del desconcierto y el delirio febril.

Si se ha de juzgar el mérito de una novela por su capacidad de suspender el descreimiento –y éste es un juicio que la mayoría de los lectores formulan siempre, aunque sea de forma inconsciente–, hemos de concluir con la afirmación de que La conjura contra América triunfa clamorosamente y consigue imponer las leyes de su propio mundo narrativo. No obstante, hay al menos un momento en que la suspensión de la incredulidad se ve amenazada, aspecto sobre el que han advertido varios críticos5. Me refiero a la resolución de la historia alternativa, esto es, al momento en que la invención de los hechos ficticios se reconcilia con la historia real de los Estados Unidos. Para no dañar las legítimas expectativas de los lectores que no han leído la novela, no voy a revelar el modo en que tiene lugar tal reconciliación, pero sí me gustaría discutir algunos argumentos que critican la solución propuesta por el novelista. A mi modo de ver, el reproche acerca de si son verosímiles o no los episodios mediante los que Roth devuelve la historia alternativa al marco de la historia real (y que, ciertamente, no dejan de ser un “truco” un tanto teatral, una especie de deus ex machina al que probablemente se le nota demasiado la tramoya) no es tan relevante como la reflexión acerca del modo en que tales episodios han sido integrados en la estructura general de la obra. A este respecto, parece evidente que el equilibrio entre lo histórico y lo personal, que es uno de los rasgos más atractivos de La conjura contra América, queda dañado, en un momento clave de la trama, por el exceso de historicismo (me refiero al capítulo 8, que narra los sucesos acontecidos en octubre de 1942, cuyas dos terceras partes finales, desde la página 331 hasta la 358, están dedicados casi en exclusiva a narrar un sorprendente quiebro en la trayectoria de la administración Lindbergh). Es justamente este desequilibrio, y no tanto la estricta credibilidad de los hechos inventados por el novelista (por cierto, narrados con un brío y una energía sorprendentes, casi más propios de la prosa periodística que de los géneros de ficción), lo que daña la verosimilitud del conjunto.

En todo caso, habría que ser un obtuso defensor de la concepción más trivial y timorata del concepto de “realismo” para poner en cuestión la totalidad del edificio novelístico a la luz de lo que es un elemento constructivo discutible. A Roth se le debe disculpar este fallo (si es que cabe considerarlo como tal), aunque sólo sea por el hecho de que, al leer La conjura contra América, uno recupera el gozo de sumergirse en una historia que, ya desde su arranque, con esa presentación tan común pero tan atractiva del protagonista, de su familia y de su ciudad, ofrece el aroma, la promesa irresistible, de las grandes novelas clásicas. Pues, en efecto, nos encontramos con una novela de innegable vocación clásica, cuyas notas más características –argumento, estructura, narrador, personajes, ambientación– no sólo son claramente reconocibles, sino que están perfectamente afinadas. El estilo noble y elevado, de amplia respiración, de frases largas y majestuosas, convive con una agudísima capacidad para observar la realidad y representarla a través de un magnífico retrato de época, de paisajes humanos, de mentalidades y de costumbres. Una novela, en suma, que, sin ser nunca doctrinal ni mucho menos pedante, respira sabiduría y conocimiento del mundo, dotada de una vocación de trascendencia y universalidad que no es contradictoria con las muy sólidas raíces locales de los personajes y de sus historias.

Comencé esta reseña con un ofrecimiento de excusas por haber descuidado la obra de Roth, y deseo terminarla con una promesa: voy a ponerme al corriente. Ya tengo sobre la mesilla las más de quinientas páginas de Pastoral americana, que tienen una pinta estupenda. Aunque, si he de ser sincero, la perspectiva de engancharme sin remedio a un novelista de tan espléndidos talentos me produce una ligera desazón melancólica: queda tanto y tan bueno por leer…

Notas

1. Philip Roth, La conjura contra América, Barcelona, Mondadori, 2005, 432 páginas. Traducción de Jordi Fibla. «

2. El Glosario de Ciencia Ficción define así el término ucronía: "dícese de la literatura que especula sobre mundos alternativos en los cuales los hechos históricos se han desarrollado de diferente forma de como los conocemos". Véanse también las entradas correspondientes a este concepto en la Wikipedia y en la bitácora Memorias de un friki. «

3. Incluso para quienes menos simpatizan con los Estados Unidos, la percepción de este país como garante de la democracia frente al fascismo, durante la Segunda Guerra Mundial, es uno de los hechos históricos del siglo XX más universalmente admitidos y glosados. Por otra parte, la actitud liberal y progresista que respira la novela, así como su planteamiento ucrónico, han hecho posible que se especule con una lectura parabólica de La conjura contra América, en virtud de la cual cabe encontrar en ella una advertencia contra la limitación de las libertadas cívicas por parte de la administración republicana del presidente George W. Bush. No sería pruedente descartar la pertinencia de tal lectura; sin embargo, yo creo que no añade nada sustancial a las cualidades estrictamente literarias de la novela, para cuyo entendimiento y valoración no es en absoluto imprescindible. De hecho, no conviene mezclar churras con merinas: en el texto del propio Roth que cito en la sección Para saber más, el novelista previene contra la tentación de interpretar La conjura contra América como un roman à clé, aunque al mismo tiempo pone de relieve su escasísimo aprecio por las aptitudes políticas y el talento como gobernante del actual primer mandatario norteamericano. «

4. La tarea de documentación necesaria para conseguir integrar la historia real en las vidas de ficción ha debido de ser enorme. Pruebas de ello son la bibliografía, las breves biografías de cerca de una cuarentena de personajes históricos y los documentos que se incluyen en el apéndice final. De todos modos, lo admirable no es la amplitud o variedad de las fuentes consultadas, sino la habilidad demostrada por el autor para darles sentido e integrarlas en el discurso narrativo. «

5. Véase, por ejemplo, la reseña de José María Guelbenzu en Babelia, suplemento literario de El País, 10 de septiembre de 2005. «

Para saber más

El lector interesado en completar su información sobre La conjura contra América puede dejarse guiar por las siguientes referencias:

domingo, marzo 18, 2007

LLAMADAS PERDIDAS: CELL de Stephen King


Si de algo estamos seguros es que Stephen King es cualquier cosa menos original. Me refiero a que todos sus libros (o muchos de ellos, vamos) son a final de cuentas refritos de temas ya sobados desde hace mucho tiempo. El pueblo infestado de vampiros, los hombres lobo que atacan poblaciones en la noche, carros malditos y así…

Sin embargo, lo que tiene King es que es muy bueno para escribir, eso es indudable. Sabe tomar de la mano al lector y llevarlo por la historia de una forma sencilla, atractiva y absorbente.
Cuando vi CELL en librerías y leí de lo que trataba era obvio que sabia que esperarme. Además estaba la dedicatoria: a Richard Matheson y George Romero. Para los que no los conozcan, les diré que el segundo es el mítico director de LA NOCHE, EL ATARDECER Y EL DIA DE LOS MUERTOS VIVIENTES, mientras que el primero es una institución en la literatura fantástica y el cine de ciencia ficción y fantasía, autor de SOY LEYENDA, un clásico sobre un mundo infestado de vampiros y el último hombre vivo sobre el planeta.

La verdad es que su dedicatoria me pareció un sucio pretexto para presentarnos una historia de zombies alejada de toda originalidad.

…Pero lo cierto es que yo SI QUIERIA leer CELL. Extrañamente, le tenía muchas ganas…
Total que lo obtuve y lo comencé a leer y la historia era básicamente esta:

Un extraño fenómeno, al que se le conocerá como “el pulso”, comienza a reproducirse a través de los teléfonos celulares (o móviles, como les llaman en otras latitudes del planeta). Los que tienen la desgracia de tener uno de estos teléfonos y de utilizarlo después de las 3:03 P.M. (Hora del Este en USA) del 1ero. De Octubre del año en curso (el que sea que este fuere) caen victimas de una locura maniática y salvaje que los transforma en bestias sanguinarias sin ápice de conciencia. El personaje principal de esta novela, Clay,un autor de comics, se ve atrapado lejos de su casa en una ciudad que enloquece en cuestión de minutos: jóvenes rabiosos que matan a quien se les atraviesa en el camino, madres que atacan a sus niños en furia homicida, accidentes fatales de tráfico y demás desgracias se suceden con la rapidez de una llamada celular.

Clay se enterará en menos de un día, que la civilización occidental, al menos la norteamericana, ha llegado a su fin. Junto con un grupo de dos sobrevivientes más, Tom un hombre maduro y agradable, y la joven Alice (más quien se encuentren por el camino) deben luchar por sobrevivir en una ciudad plagada de zombies salvajes. Y lo que es peor, Clay se ve atormentado por el hecho de saber que su hijo de 12 años cuenta con un celular que puede contestar en cualquier momento… o que ya contestó.

Hasta aquí, nos encontramos casi con una copia al carbón de la película 28 DAYS LATER (conocida en México como EXTERMINIO), sin embargo mientras el grupo de héroes va alejándose de la ciudad van enterándose que los nuevos habitantes del mundo no son zombies “normales”. Solo se activan de día y mientras pasa el tiempo parece estos se encuentran interconectados por…

Pero bueno, no les voy a echar a perder la novela, porque la verdad, es que me gustó bastante. Muchos fans de King la odiaran porque incluso verán en ella un refrito de una de sus anteriores obras: THE STAND. CELL tiene a su favor, aparte de estar muy bien escrita, que King supo trasmitir esa sensación de “Día del Quiebre” con la que cuentan muchas obras clásicas como SOY LEYENDA, LA TIERRA PERMANECE o la misma NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES pero en su versión novelada (que a mi punto de vista, supera en mucho a la película). Denomino “Historias del Día del Quiebre” a aquellos relatos donde la sociedad y el mundo tal cual lo conocemos se transforma de la noche a la mañana y trastoca de un modo horrible nuestra forma de vida arrojándonos de una patada a la lucha por la sobre vivencia.

CELL resulta entonces, al menos para mi, en una obra de King de esas que hace años no leía y que en lo personal me encantaban. Mi experiencia con las últimas novelas que leí de King como DESESPERATION (una mala novela, totalmente previsible, donde King se repite a si mismo que da gustó) y SACO DE HUESOS (que no estuvo mal, pero tampoco me pareció la gran maravilla) pasando por su recopilación de relatos titulada PESADILLAS Y ALUCINACIONES cuyo mayor merito consiste en reunir las peores mediocridades escritas por el autor, fue realmente triste: Las historias ya no las disfrutaba todo lo que me hubiera gustado sino que tenía que soportarlas. En cambio CELL se me fue como agua, me entretuvo bastante y no me costó ningún trabajo tomar el libro para seguirlo leyendo.

Así que si te gusta King pero ya le tenias cierta renuencia es posible que CELL te lleve a esas lecturas que tanto disfrutaste al principio.

CELL
StephenKing

Ed. Plaza y Janes