1
He peleado contra tortugas gigantes que vuelan, contra polillas monstruosas y lagartos de 3 cabezas de tamaño descomunal. He destruido Tokio más de 13 veces y barrido con la milicia japonesa muchas más. Nada puede detenerme. Ni los mísiles de largo alcance, ni las bombas atómicas, ni las mujeres invasoras de la luna.
Tampoco puedes detenerme tú.
Prepárate.
Voy para allá.
2
Sachiko me dejó por 3 razones básicas. La primera tiene que ver con dinero, la segunda también y la tercera con mi incapacidad de encontrar un papel mejor que el de destruir maquetas con un traje de goma.
- Koji.- me dijo un día con toda sinceridad. - Soy la única de mis amigas que tiene un novio igual o menor a cero. No creo que este bien que esto continué así.
- Pero yo soy famoso. - afirmé. - ¡Salgo en el cine!
Ella me dijo que ninguna de sus amigas me había visto. Que se reían de ella porque tenía un novio actor al cual nunca habían visto en ninguna película, serie de televisión u obra de teatro.
- ¡Diles que soy el que estoy en el interior del traje! - le sugerí.
Ella dijo que ya era bastante vergonzoso el ser novia de un don nadie para todavía presumir que este se disfrazaba de dinosaurio.
- No es un dinosaurio. -corregí. Y estaba enojado. Si algo había intentado lograr con mis actuaciones era confirmar que aquel monstruo NO era un dinosaurio. Un dinosaurio era un animal que existió, digamos, como una vaca o un cerdo. Este era un monstruo. Lo deletrearé: m-o-n-s-t-r-u-o. Su psicología no era la de un simple y estúpido lagarto prehistórico. Mi papel tiene una dignidad y unas reglas que acatar. Ella, a fin de cuentas, demostraba nunca haberlo entendido de esa manera.
Acabó dejándome.
Días después intenté desquitar mi frustración peleando contra Mantra y Gatera, - los monstruos justicieros. - en el centro de Okaido, pero ni eso logró desahogar mi triste corazón. Para colmo, Gatera, la tortuga del espacio, acabó noqueando a mi personaje que se derrumbo como un gigantesco saco de cemento sobre un edificio de cartón y cristal del centro de la ciudad.
- No debe noquearme. – perseguí al director y a el guionista de la cinta aún con mi disfraz puesto. - Es más. NO PUEDE noquearme.
Me escuchaba lejano y grabe dentro del traje. Casi como si yo fuera un eco.
- Claro que puede.- dijo el segundo.
- ¡Claro que no! - señalé. - Soy Gonzilla. Ni siquiera el Rey Kindora pudo noquear a Gonzilla, ¡mucho menos una estúpida tortuga del espacio exterior!
- Tranquilo, Koji.- Dijo el director. - ¿Qué más da? Es solo una película.
Solo una película.
Santo Dios... ¡Solo una película!
Por favor. Quiero que entiendan esto, quiero que asimilen esto porque es muy importante...quiero que entiendan y traten de sentir lo que yo sentí: ¡El señor Hondo, el creador de la serie más famosa de Kaijus diciendo que aquello solo era una película!
Increíble. ¡Oh , Dios! Increíble
Y solo faltaba que mi papel fuera el de...
- ... solo un dinosaurio, Koji. Gonzilla no existe, es un ser de ficción. ¿Qué más da? ¿Entiendes? No lo tomes tan a pecho.
Tengo que agradecer que traía puesta la mascara. Y lo agradezco porque de otra manera el Sr. Hondo y el imbécil del escritor me hubieran visto llorar. Así que solamente me voltee y me aleje de ahí arrastrando mi cola marrón por detrás.
- Por favor, Koji. No lo tomes así. - me dijo el Sr. Hondo mientras me alejaba. - ¡Koji! - suplicó.
Solo un dinosaurio ¿entienden?
¡Chinguen todos a su puta madre! ¡Sayonara, cabrones!
¡Solo un dinosaurio!
No puedo decirles cuanto tiempo pasé encerrado y deprimido en mi cuarto de alquiler. Había dedicado gran parte de mi profesión de actor a formar y desarrollar a un monstruo memorable que recordaran las generaciones venideras y ahora resultaba que a final de cuentas era solo plástico.
Pero en esta ciudad y en este mundo ¿que demonios no lo es?
3.
La pelea final seria en Tokio.
Como siempre.
Al final, siempre Tokio.
- El lunes a las 4:00 de la tarde Koji. - dijo el productor ejecutivo por teléfono.- Llega más temprano al set. Para lo del traje, ¿Ok?
- Bien. - dije con voz neutra.. Ahí estaré.
- Koji. Supe que hubo un altercado. ¿Estas bien?
- No te preocupes, no hay ningún problema. ¿Me van a mandar el guión antes?
- Si. Así es. Y de eso quería hablarte.
- ¿Hay algún problema? Si no pueden enviar a nadie, yo...
- No Koji, no es eso.
- ¿Entonces?
- Bueno. Los estudios quieren comenzar con una nueva serie y...
- ¿Una nueva serie de que?
- De kaijus, por supuesto.
- Muy bien. Perfecto.
- El problema es que para eso necesitamos un, tu sabes, un personaje que atrape...algo con garra. Una sorpresa para los espectadores, algo que ninguno se espere…
- Ajá. ¿Y?
- Bueno... Quieren que sea la tortuga. Koji.... en esta película gana la tortuga.
Supongo que debí haber quedado mudo por algunos segundos, porque el productor mencionó mi nombre dos veces más:
- Koji, Koji...estas ahí.
Me tranquilice. Intenté tranquilizarme.
- Si. Aquí estoy.
- Bien. Solo, pues...enterarte de eso. ¿hay algún problema?
- No. Ninguno. Todo bien. Todo perfecto.
- Bien. Bien. Muy bien. Nos vemos entonces el Lunes, Koji.
- Si. El lunes. El lunes.
Colgué.
A estas alturas no es difícil suponer que el fuego atómico de mis entrañas se revolcaba desesperada buscando brotar por mi hocico para calcinar completa a esa maldita tortuga gigante, a su amigo Mantra y a todo Tokio de una vez. A Hondo. Al escritor. A esa interesada que me abandonó.
No, las cosas no iban a terminar así.
He peleado contra tortugas gigantes que vuelan, contra polillas monstruosas y lagartos de 3 cabezas de tamaño descomunal. He destruido Tokio más de 13 veces y barrido con la milicia japonesa muchas más. Nada puede detenerme. Ni los mísiles de largo alcance, ni las bombas atómicas, ni las mujeres invasoras de la luna.
Esto tampoco puede detenerme…
No. Definitivamente no.
4.
A Mantra lo pararon en una esquina del Shinjuko.. Gatera, aparecía exactamente por detrás. Yo ya los esperaba ahí, en medio de edificios destruidos, fuego, cables de luz derrumbados y un pedazo del metro de Tokio entre mis mandíbulas.
- ¡Corre cámara!- gritó Hondo.
Y los tres salimos a darnos con todo. Un derechazo mío le atravesó de lado a lado la cara a la tortuga mientras mi cola salía disparada hasta el cuerpo de caucho de Mantra, su fiel compañero mitad gorila, mitad estrella de mar.
Mantra logró atrapar mi cola con sus brazos. De un segundo manotazo envié a Gatera al suelo, donde debía de estar.
El cuerpo enconchado de la bestia se desplomó en medio de una lluvia de humo y pedazos de edificios falsos.
Ahora le dedicaría toda mi atención a Mantra.
Con mis dos poderosas garras lo tome del cuello y lo zarandeé con fuerza. Agregué dos bofetadones al ataque para darle sabor. Salió volando y cayó estrepitosamente sobre un centro comercial.
Lance un chillido de emoción.
Yo era Gonzilla. Y era el rey.
Y de pronto, entre el fuego y la destrucción, lo vi.
Si. Lo reconocí de inmediato. Era el edificio donde vivía Sachiko. Ahí, en medio de todas aquellas maquetas una réplica exacta del edificio de ella.
¿Un don nadie, no? ¿Un cero?
Sonreí y mis mandíbulas mostraron una colección completa de gigantescos, detallados y filosos dientes. Ciego por el odio, ataqué. Me deje ir al edificio para destruirlo a manotazos. A TODO el edificio. Me cuidaría de que no quedará nada.
Nada.
Y fue eso lo que me impidió percibir lo que estaba ocurriendo ahí, en el verdadero Tokio, el de afuera del set.
Un terremoto que después se adivinaría de 7.5 grados en la escala comenzó a sacudir la ciudad con la misma furia con que lo hubiera hecho yo.
Derrumbó casas, edificios, sacó trenes de sus vías, hizo que Gatera, Mantra, el Sr. Hondo y todos los de la producción salieran corriendo del set para salvar sus vidas.
Pero yo no. Yo no corrí. Ni siquiera me enteré porque estaba en mi pequeño Tokio privado, creando mi propio terremoto, despedazando todo lo que debía despedazar. Ahora nada podía detenerme. Ni los mísiles de largo alcance, ni las bombas atómicas, ni las mujeres invasoras de la luna.
En ese momento yo era Gonzilla.
Y era el rey.
5.
Un diseñador de escenarios no podía haberlo hecho mejor.
Cuando salí de lo que quedaba del set y vi las calles destruidas casi no noté la diferencia. Veía todo a través de mi mascara, envuelto por una sensación de éxtasis que casi me hacia sentir en medio de un sueño. La orgía de muerte y destrucción que había creado yo en mi pequeño Tokio parecía haberse trasladado a la realidad y aún no me había dado cuenta de lo cerca que estuve también de morir, porque la mayor parte del estudio se derrumbó. Tuve que mover piedras y caminar sobre los escombros. Dantesco. Ni cuenta me di que aún traía el traje.
Había fuego. Había humo…
Y toda esa gente corriendo por las calles, como sombras, como imágenes de televisor.
Continué caminando con mi traje de Gonzilla quien sabe cuantas cuadras más y quien sabe hasta que hora. Lo único que se es que cuando caía el sol llegué a las ruinas del edificio donde alguna vez había vivido Sachiko.
Lo reconocí por la placa del nombre de la calle, tirada por ahí, arrancada del señalamiento donde debía haber estado colocada.
Afuera, una mujer lloraba y un hombre gritaba pidiendo ayuda mientras removía desesperado un cerro de escombros de uno de los edificios derrumbados del lugar. A su lado, un perro negro ladraba a más no poder.
Visión de pesadilla.
Y yo, de pie, vestido con mi traje de Gonzilla miraba al fuego y miraba al hombre escarbar como si fuera un perro rabioso.
- ¡Por el amor de Dios! - gritó el hombre cuando me vio. Sus ojos estaban rojos del polvo y las lagrimas. - ¿Qué hace usted ahí vestido con ese traje? ¡Ayúdeme, por favor! ¡Mi esposa, mis hijos!
Y mientras lo decía, no dejaba de acarrear piedra tras piedra, como si de verdad aún hubiera esperanza de encontrar a su familia, ahora aplastada y enterrada bajo toneladas de hormigón.
Y entonces sonreí…
Sonreí porque en medio de toda aquella destrucción yo estaba vivo.
Yo seguía siendo Gonzilla, Rey de los monstruos: El más grande. El más fiero. El mejor.
Así que me quite la mascara y con paso firme y decidido me dirigí a ayudar a aquel pobre hombre que, desesperado, continuaba arrancando una por una las piedras de ese nuevo cementerio multifamiliar.
Mis garras, mis fuertes garras, - poderosas, imbatibles-, arrojaron de lado el escombro más grande del lugar…