Sucede algo extraño con este libro. Bueno, al menos a mí me sucede. En primer lugar, mientras lo estuve leyendo no tuve ganas ni animo de subir nada a este blog, así que me decidí que lo haría cuando lo terminara.
Segundo: Realmente no sé que pensar de esta novela. Varias cosas si me quedan bastante claras, eso si. Que Haruki Murakami es muy buen escritor, no me queda la menor duda. Que sea un genio, como muchos pregonan, pues la verdad creo que no. Sin embargo que me haya mantenido pegado a libro las primeras 800 páginas (el mamotreto este es de 905) al menos a mi me habla de un narrador que no es común.
Lo verdaderamente extraño de todo esto, es que tengo más deseos de hablar de lo que no me gustó de esta novela que de lo que me gustó.
Anterior a este post, escribí otro, que pueden leerlo aquí. En ese entonces no había leído la novela, pero le tenía muchas ganas.
Cuando comencé a leerlo me gusto bastante. Y mientras fui avanzando el protagonista me resultó cada vez más desagradable. Y la historia cada vez más - ¿Cómo explicarlo? – como más forzada, poco creíble…
La historia se centra en Tooru Okeda, un joven casado cuya vida podemos calificarla como de un cero a la izquierda o si son ustedes más metafísicos, como “muy Zen”. La vida le resbala, ha dejado su trabajo y vive de amo de casa con su joven y atractiva mujer y el gato de ambos…hasta que una tarde, cuando el esta solo en la casa y su esposa en el trabajo, recibe una extraña llamada: Es una mujer desconocida que se le insinúa por el aparato y le pide solo 10 minutos para conocerse ambos
Esta extraña llamada telefónica se convertirá para Tooru Okeda en una especie de boleto para la dimensión desconocida. Su gato desaparecerá y al mismo tiempo aparecerán en escena unos extraños personajes que irán afectando la vida de Tooru Okeda de forma cada vez más profunda. En el transcurso de la búsqueda de su gato, el joven Okeda se encontrará con una chica problemática que vive cerca de su casa y con la que trabara una profunda amistad, para más tarde entrar en contacto con el extraño jardín de una casa con un pasado verdaderamente espeluznante. Al poco tiempo, otra extraña mujer con ciertos poderes sobrenaturales se presentará en su casa con la misión, encomendada por la esposa de Okeda, de encontrar al gato.
Toda esta intromisión en la vida de Okeda no parece tener ni pies ni cabeza, hasta que se desata una segunda y definitiva crisis, como si fuese una segunda y más mortal oleada de un Tsunami: su esposa, sin avisarle, lo abandona.
Okada no sabe que hacer, se encuentra deprimido, extrañado y herido. Y de ahí en adelante se verá arrojado por las circunstancias a sumirse en un mundo cada vez más crepuscular, regido por fuerzas extrañas y mucho más poderosas que él. Y en el pivote de todo aquello, una figura oscura y casi monstruosa, la de su cuñado Noburo Wataya.
Por supuesto, esto no es todo, e intentar resumirles aquí la novela seria tonto. El chiste que la lean. Sin embargo si me gustaría comentarles todo aquello que a mi punto de vista no acaba de cuajar en la novela, aunque estoy conciente que puede deberse a varias cosas: una es la traducción y otra es la cultura de donde proviene la novela: Japón.
1. Tooru Okeda o la gelatina Zen
En primer lugar, he de decir que en cierta manera detesté al personaje principal. No solo abandonó su trabajo para vivir de paria en su casa (cosa que a la esposa, realmente, no le molestaba) sino que incluso su actitud, pasiva y desangelada, como de quien no siente pasar las horas, me pareció deplorable. El personaje espera que todo le llegue y realmente no hay mucho esfuerzo de su parte en encontrar nada. Y lo peor es esa actitud se mantiene a lo largo de toda la novela. Extrañamente, todo lo que le ocurre y mueve a la historia, no ocurre por él: es externo y muchas veces sobrenatural. Si en algún momento de la historia necesita dinero, ni siquiera se molesta y se nota que el escritor no quiere meterse en más rollos mundanos, así que obtiene ese dinero de un tío, de sus ahorros o de una mujer extraña con la que contacta en la ultima parte de la novela. Por supuesto, no es una mujer común, sino otra de esas que infestan esta novela: con algún poder especial y extrañamente atada a Tooru Okeda por un “quien-sabe-que”.
El personaje de Okeda más parece entonces una especie de herramienta que está ahí para hacer lo que el escritor – dios quiere que él haga. No encontré en el personaje, realmente, ningún cambio del principio hasta el final.
Por supuesto esta visión del personaje es totalmente subjetiva y a lo mejor y era precisamente lo que el escritor me quería trasmitir, sin embargo hay momentos que hasta parece que el mismo autor se da cuenta de lo ilógico de alguna de sus escenas.
En especial puedo citar cuando Okada descubre que su esposa no ha regresado a casa. Pasa un día y lo lógico es que cualquier ser humano le llame a la policía para que averigüe que demonios ha pasado con su mujer. Pero Okada no. Se hecha en la cama intentando hilar que ha podido ocurrir con ella ¿Lo ha abandonado? ¿A dónde ha ido? ¿Tendrá que ver con otro hombre? ¡Diablos, ni siquiera llama a la cruz roja porque presupone que si estuviera en un hospital, ya le hubieran llamado a la casa! Así que se decide a esperar. No se si un imbécil de esta magnitud puede crear lazos emotivos con los lectores, pero al menos conmigo no. De hecho, parece que hasta el mismo autor se da cuenta de la situación y pide una especie de disculpa al público:
“Y entonces, de repente, se me ocurrió preguntarme si esta falta de apetito no sería fruto de mi carencia de realismo literario. Tuve la impresión de formar parte de una novela mal escrita. Y de que alguien me acusaba diciendo: <No es verosímil>. Quizá fuera verdad.” (Pág. 257 de la edición MAXI de Tusquets)
2. ¿A quien se lo achaco?
Encuentro también en la novela ciertas cuestiones que me brincan y que pueden deberse a diversos factores y no al autor. Por ejemplo, el primer párrafo del capitulo titulado Acontecimiento a medianoche (1) dice lo siguiente:
“Era medianoche cuando el niño oyó un ruido bien claro. Se despertó, encendió a tientas la lámpara a la cabecera de su cama y lanzó una mirada circular por la habitación. Faltaba poco para que el reloj de pared marcara la dos”. (Pág. 540 de la edición MAXI de Tusquets)
¡Ah, caray! ¿Las dos? ¿Qué no era medianoche?
La verdad es que el error me brincó, pero bien pudo haber sido causa de la traducción. ¿Tradujeron por medianoche algo que significaba otra cosa, no sé, algo así como “madrugada” o “plena noche”? Bueno he ahí la observación.
Tenía más de estas observaciones (como unas dos, no muchas realmente) pero no las recuerdo en este momento.
3. ¿Realismo Mágico o Fantasía disfrazada?
En primer lugar odio llamar realismo mágico a un tipo de historias cuyos elementos reales se funden en ciertos aspectos con lo fantástico, pero a falta de otra forma de definirlo, así lo voy a dejar, porque con esa etiqueta pensé que se podía equiparar.
Pero realmente no es así, pero ni por asomo: La crónica del pájaro que da cuerda al mundo es una novela imbuida totalmente en la cultura de la que proviene y eso resulta obvio mientras más vas avanzando en la historia. Es muy posible también, que el personaje que tanto me disgustó y que las situaciones aparentemente fortuitas pero marcadas por el destino tengan un diferente mensaje para un lector japonés que para mí. Mientras yo encuentro al personaje de Okada desagradable, es muy probable que su forma de ser, se transforme en una metáfora totalmente distinta para un paisano del autor. Okada representa algo, de eso no hay duda, pero nuestras culturas, una oriental y otra, como la mía, influenciada totalmente por un punto de vista occidental nos hacen percibir cosas distintas.
La forma en que Okada acepta los extraños hechos a su alrededor golpea con mi sistema de creencias. Es un hecho que a la sociedad japonesa le es más fácil asimilar cuestiones, digamos, sobrenaturales, como parte de su entorno. Adivinos y curanderos tienen prestigio allá e incluso las empresas los consultan. En México, también se cree mucho en ellos, pero de forma casi culpable, ya que chocan con la visión occidental científica y materialista del entorno (cuando me refiero a materialismo, no lo hago en forma despectiva, ni bajo el concepto que de materialismo tienen las creencias light de la New Age, por supuesto).
Es así que cuando Tooru Okeda baja al fondo de un pozo seco, encontrado en el jardín de una casa maldita, la metáfora que sugiere tiene un sentido más amplio para un japonés que para nosotros.
El siguiente comentario lo tomo del libro Cine Fantástico y de Terror Japonés, de Toshiyuki Shigeta y Carlos y Daniel Aguilar:
“En particular, debe subrayarse la especial relevancia del elemento acuático dentro de este cine, que se traduce en una dicotomía fundamental: la cascada constituye la alegoría sobresaliente del sintoísmo; por ende, su antítesis, o sea el agua estancada, implica la imagen arquetípica y cardinal del horror nipón, acogiendo toda clase de espantos, representando lo infrahumano. Pantanos, pozas, charcas…, agua pútrida, en suma, delimitada en un marco sucio y exiguo, que comprende retención a la vez del tiempo y del espacio, los cuales fluctúan sin ataduras lógicas abriendo sus puertas a seres de otras épocas y propiedades. En elocuente contraposición, del mismo modo, al significado tradicional del agua en cuanto elemento renovador y purificador, para conferir un sentido lírico y metafísico a los suicidios en el mar, en los ríos, en un lago”. (Pág. 20)
Por supuesto que podemos aplicar esto en la novela de Murakami. ¿Qué representa el pozo seco? ¿Algo detenido, suspendido en la vida interior del personaje, como un tapón de su propia existencia, vacía, plana y abúlica? Los continuos descensos al pozo son tal vez los descensos hacia si mismo.
El final es tiene también una connotación cultural muy fuerte que tiene que ver con el sentido fatalista búdico de la renuncia a las aspiraciones materiales.
Por estas razones y muchas más, y mi muy pobre visión y conocimiento sobre el tema que voy a mencionar, siento que esta novela tiene un desarrollo muy Zen. Espero que entiendan a lo que me refiero.
Finalmente me di cuenta de algo. La novela no es realmente una historia de (¡ahí va de nuevo!) realismo mágico, donde la realidad se topa con un aspecto sobrenatural o fantástico, sino una historia de fantasía disfrazada de realidad (y a veces muy mal disfrazada, por cierto). Es una historia de princesa cautiva, héroe hechizado y señor del mal. De sueños premonitorios, de adivinas, castillos malditos y mundos ocultos y oscuros (siento que a David Lynch le sentaría de maravilla esta novela).
A final de cuentas, (y se va a escuchar muy extraño) recomiendo esta novela ampliamente, aunque siendo sinceros, los últimos capítulos ya me tenían muy cansado. El pájaro que da cuerda al mundo vale la pena porque con todo y lo que dije, sabe llevarte de la mano.
Y eso es lo que hace un buen escritor.