martes, junio 19, 2007

EL JARDIN IDEAL: El Gran Meaulnes de Alain Fournier


Hace ya mucho tiempo leí una obra que me impresionó bastante: El Gran Meaulnes de Alain Fournier. Al principio, cuando la adquirí (tendría por entonces unos 13 años) confieso que no se me antojaba mucho, pero una de esas tardes, sin nada que hacer, con el viento soplando entre los pinos y el sol brillando sobre las montañas (no se preocupen, muchachos… les aseguro que puedo ser aún más cursi ;…además, SI vivía en un lugar así ) lo saqué del cajón donde lo tenía, comencé a leerlo y...

Es indudable que para un adolescente la lectura del Gran Meaulnes no se queda en solo eso: es una experiencia. Es de esos libros de los que alguien comentaba: “Los libros se dividen en dos: aquellos con los que viajas y los que te hacen viajar”. La novela de Fournier pertenecía a los segundos. La fantasía de El Gran Meaulnes, a caballo entre lo mágico, lo pastoral y lo romántico era algo que pocas veces había visto en mis libros. Ahora si que fue un billete de ida a otro lugar, a otro tiempo y con otra vida.

Pasaron los años y pensé un día en releer el Gran Meaulnes, pero extrañamente, no pude. Ahorita que estamos cursis puede que comentar lo anterior también lo parezca, pero es cierto. Así de simple y sencillo: No pude.

No se puede volver al pasado y volver a revivir aquella experiencia, por desgracia, también formaba parte de aquello que se fue. Las novelas que te marcan, que verdaderamente te marcan, nunca pueden volver a leerse. O puede que si, pero no será igual. Nunca. Garantizado.

Si ustedes no han leído el Gran Meaulnes, háganlo. Lo más probable es que a ustedes si les quieran vender el boleto de ida que yo ya no puedo obtener. Algunos, cuando termine el viaje, seguro me comprenderán.

Si señor.

A continuación, les presento un texto de nuestro buen amigo El Cuervo López, tomado directamente de su blog. Es posible que el puede explicarles bastante mejor que yo con lo que se van a topar…. Al menos el si pudo regresar.

APUNTES SOBRE EL GRAN MEAULNES

Por El Cuervo López

http://www.elcuervolopez.blogspot.com/

Leí por primera vez El Gran Meaulnes hace ya más de veinticinco años. La edición era parte de la Colección Mis Libros, editada en la Argentina bajo el sello de la extinta Editorial Hispamérica que acostumbraba a complementar la obra con un apéndice que contenía una reseña biográfica del autor y sus opus completos. La edición original provenía de la Editorial Anaya, de España.

Confieso que desde entonces, he releído esta bellísima obra al menos en unas treinta oportunidades y en todas ellas, de principio a fin sin darme pausas siquiera. Para mí es como la cita tácita y compartida que uno en silencio espera...

Es impresionante el abanico de autores tan diversos y disímiles en estilo que han quedado marcados por el trágico lirismo de esta obra. Desde Camus hasta Sartre, desde Borges hasta García Marquez...

Todos la han mencionado o dedicado algún comentario. Borges admitió que un cuento suyo tan famoso como El Jardín de Senderos que se Bifurcan tuvo como fuente de inspiración la novela de Fournier.

¿A qué se debe tanta admiración, vigencia y rol dentro del limitado ámbito de la literatura clásica universal?

Reseñar una respuesta en este breve ensayo es tarea harto difícil.

En primer lugar, asombra que la primera y única obra completa de Fournier tenga tan alto estilo y sobrada calidad. Biógrafos hay que con ingente apetito buscan indicios de su vida, tan tempranamente truncada en una barraca en la primera guerra mundial. Alain (Henri-Alban) Fournier nació en 1886 y falleció en 1914 sin haber llegado a cumplir los 28 años de edad.

Hay semiplena prueba de que la historia que se narra en la novela tiene visos de autorretrato y vivencias propias. De hecho, el autor conoció en uno de sus viajes a una joven de nombre Ivonne de quien se enamoró de inmediato y con la cual apenas intercambió algunas palabras. Nunca más volvió a verla, y jamás la olvidó. Llegados a este punto, nos queda pensar en esa Ivonne de Galais de la cual estuvo enamorado Fournier... pero... ¿en qué papel? ¿Cómo Francois o Meaulnes?

Deslindar los detalles que atraen furiosamente de esta obra es quitarle vida a cada segmento desmembrado porque existe una asombrosa unidad a lo largo de toda la trama.

Parafraseando a Umberto Eco, quien dice que sólo un ingenuo puede pensar que El Nombre de la Rosa se trata solamente de un thriller, la novela que nos ocupa excede el marco de la novela romántica, va mucho más allá. Por sus letras trasunta la tragedia más desesperada: la de la pérdida... tragedia literaria expuesta en obras como Cumbres Borrascosas, de Emily Brontè (otro curioso caso donde la autora fallece promediando los veinte años de edad y con un solo opus) o Victoria, de Joseph Conrad.

Es notable como Alain Fournier comienza la narración con los ojos de niño del protagonista, Francois, y como a lo largo del crecimiento de los protagonistas, va variando el carácter de los mismos.

De entrada, y respetando las reglas de la división tripartita clásica de narración, Francois nos sumerge en una atmósfera de misterio en torno al nuevo alumno, un muchacho con un pasado familiar nebuloso –el cual nunca llega a develarse en el transcurso de la novela- (casi un Nemo o un Fogg).

El extravío que sufre Augustin nos traslada a un país de ensueño, misterio, enigma y aventura en el contexto de una fiesta paquidérmica en donde el ideal femenino espera y espera y... El desconcierto que seguramente siente el lector en este punto lo inclinará a seguir fascinado el devenir del misterio o dejar la narración. Que yo sepa, todos la han continuado.

Es que Fournier con la maestría de un escritor consumado y con fino talle de artesano va lentamente trazando diversas líneas temáticas de narración en forma paralela y sin inmediata unión para juntarlas todas en un final en donde todos los enigmas e interrogantes se revelan... ¡Asombroso!

Así tenemos el misterioso destino del extravío de Meaulnes, la insólita fiesta, el flechazo amoroso entre Ivonne y Agustín y una infancia que ya dejó de ser...

Hay en esta narración un enorme continente de nostalgia, tristeza, añoranza, desesperación y desesperanza que en un momento dado ya se vuelven adictivas... porque participan mucho de los ideales no conseguidos, de los enigmas y dilemas no resueltos que día a día nos torturan... Decir que se trata de una obra cruel, no es sentar un tópico novedoso pues todo lector se sentirá inclinado a pensar igual.

Es la pérdida de la inocencia, la resignación frente a los imposibles, y los fatales desencuentros...
Es así que personajes que aparecen circunstancialmente son determinantes para esclarecer el sino de aquella misteriosa fiesta... pero... el lector sólo lo sabrá al final, pasmado de angustia.

¿Habría que reprochar algo a los protagonistas...?

Francois aparecería como el más equilibrado, pero sin dudas este rol le debe caber como principal narrador, pues si quien lleva el timón no lo sabe manejar...

Francois destaca por su objetividad, solo alterada ligeramente al reconocer y conocer a Ivonne de Galais en ese fascinante encuentro en donde él le sugiere que un joven podría estar esperando por ella...

Ivonne de Galais se nos presenta como la mujer ideal, perfecta, soñada... y es aquí, creo, en donde radica el clímax de la obra. La búsqueda de un ideal y la posibilidad de alcanzarlo... y después... ¿qué?

Un solo encuentro entre Ivonne y Agustín –en la fiesta- bastó para que se enamoren. El hecho de toparse con el ideal no debe ser cosa fácil y aceptarlo exige asumir que las búsquedas han cesado... con lo cual nace un vacío...

Es en parte esto lo que lo sacude a Agustín luego del reencuentro con Ivonne en la excursión en campiña, cuando el adolescente se le declara. Pero también el deber y el compromiso de honor pautado con Franz... y el hecho de saber que él mismo puede ser el nudo que finalmente ate las relaciones truncas... la infelicidad de Franz ante la pérdida de su felicidad por su propia locura, la recapacitación de Valentine, a pesar de haber convivido como pareja de Meaulnes y la expiación de la culpa de éste por semejante hecho... involuntario pues no sabía que Valentine era la ex prometida de Franz, a su vez hermano de Ivonne.

Asistimos pues a un vendaval de desencuentros y tifones pasionales, en donde el punto neural de su pronta calma parece radicar precisamente en el cumplimiento de Meaulnes de su promesa, elevando su estatura a verdadero titán.

No hay culpables, sólo víctimas y aquí está la paradoja irresoluta que nos sume al final de la narración en un sentimiento de que se ha producido una fatal injusticia.

Amigos míos, esto es la vida misma. Hay muy pocos finales felices y tal circunstancia no se debe a un ardid literario. Es que la vida lleva inserta en sí misma la tragedia desde su nacimiento.

Podríamos reprocharle a Meaulnes el por qué deja a su amada tan buscada para cumplir una vieja promesa. Pero... ¿sería un justo reproche? Deberíamos adaptarnos a los cánones de honor y lealtad de tiempos antaños.

Esta obra en mi lectura personal, se ubica en el segundo lugar de mis preferidas. Curiosamente, la primera se le parece en gran medida a pesar de no tener en su trama una relación afectiva del nivel de la obra de Fournier. La búsqueda del Dominio, esa Tierra Prometida que se vislumbra pero no se alcanza.

Me refiero a otro monumento de la literatura clásica como es Horizontes Perdidos, del laureado escritor James Hilton y tantas veces llevada al cine, destacando la versión de Frank Capra de 1933, que recomiendo calurosamente por su fiel adaptación al libro. En esta obra el autor instala el mito de Shangri-La y la búsqueda de los ideales y qué es lo que pasa cuando se los encuentra.

El parecido entre ambas obras es asombroso y el final también.

La hipótesis que planteo es: si buscamos en forma consciente o inconsciente un ideal, una vez hallado; ¿somos capaces de asumirlo, de aceptarlo? ¿O nos invade la desesperación por la ausencia de búsqueda? ¿Somos capaces de vivir en una especie de Suiza espiritual y afectiva? El instinto de autodestrucción es innato en el ser humano, es por eso que aquéllos personajes que aparecen como ideales son justamente eso: ideales sobrehumanos. Ivonne de Galais lo es.

Confieso que hace años que busco a mi Ivonne de Galais. No sé si la encontraré y no sé tampoco que haré en el caso de encontrarla. Pero la contemplación de un solo rayo de su luz habrá servido para darle sentido a mi vida, aunque sufra infinitas penurias.

Todos los protagonistas reciben ese rayo de luz, que nos deja con hambre de más: Francois con el amor platónico hacia Ivonne, Meaulnes al haber encontrado su ideal –perdido sí, pero trascendido a través de un retoño como lo fue su hijo-, Franz reconciliado con su ex novia en los remedos de lo que no fue ni será, pero cuya penumbra mutua alcanza apenas para darles hálito a sus vidas infelices y mediocres.
Por último, transcribo un texto de Dean R. Koontz de su novela Fuego Frío cuya sugerente idea me atrae como un abismo.

La vida sin un significado

No se puede soportar.

Encontramos una misión

A la que nos comprometemos,

O respondemos a la llamada

Del oscuro cuerno de la Muerte.

Sin la búsqueda

De un objetivo en la vida,

Carecemos de visión,

O dejamos que la sangre se derrame

Sobre un cuchillo suicida.

La búsqueda de un ideal, de un objetivo; alcanzar el horizonte siquiera con la yema de los dedos.

Alain Fournier, tengo una deuda de gratitud por tu genio. Escribir lo puede hacer cualquiera, pero transmitir la pasión y sentimientos como tú has hecho, pocos, muy pocos. Esta hermosísima y dolorosa narración me ha hecho llorar y acongojar cada vez que la he leído.

Por último, quiero compartir con vosotros estos dos párrafos del Capítulo 2, Segunda Parte. Ivonne de Galais, la encarnación poética del máximo ideal de belleza en una mujer en lo espitirual y femenino, tal cual lo plasmó el autor. Creo que la frase remarcada del último párrafo que transcribo es uno de los más grandes aciertos de la literatura universal.

"... y en el pescante -lo digo con la sencillez de mi corazón, pero sabiendo bien lo que digo- la joven más hermosa que quizá haya habido nunca en el mundo.
Nunca vi tanta gracia unida a tanta seriedad. El traje le hacía el talle tan fino, que parecía quebradizo. Llevaba sobre sus hombros un gran abrigo marrón, que se quitó al entrar. Era la más grave de las jóvenes, la más delicada de las mujeres. Una espesa cabellera rubia caía sobre su frente y su rostro, delicadamente dibujado, finamente modelado. En su tez purísima, el verano había dejado dos pecas..."

"Pero con una especie de pesar y animosidad contra no sé qué de misterioso en su vida, la joven Ivonne de Galais prosiguió:

- Además enseñaría a los muchachos a ser buenos, con una bondad que yo me sé. No suscitaría en ellos ganas de recorrer el mundo... Les enseñaría a encontrar la felicidad, que está muy cerca de ellos y que no lo parece...

La joven se detuvo, se mordió el labio, bajó la cabeza y después sonrió, diciendo:
- Y así -dijo ella-, hasta es posible que haya algún muchacho loco que me busque en el fin del mundo mientras estoy aquí... Si ese joven me viera, no querría creerlo ¿Verdad?
Al verla sonreir, me volví audaz, y comprendí que era el momento de decir:

- Y hasta es posible que yo conozca a ese joven loco.

Me miró vivamente y al escuchar el nombre de Meaulnes y que era mi amibo, la Srta. Galais se levantó y de repente se puso muy pálida.

Cuando al marcharse me dió la mano, había entre nosotros, más claramente que si hubiéramos hablado, un acuerdo secreto, que sólo la muerte rompería, y una amistad más patética que un gran amor."

http://d01.megashares.com/?d01=a749de0

http://d01.megashares.com/?d01=b7ce486

Haciendo click en estos enlaces podréis bajaros la novela de la cual les he hablado, tanto en formato Word como en PDF. Abrid el link y en la parte inferior de la página Web abierta, haced otro click en Click here to download.

Junio de 2007 © elcuervolopez

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